11 de agosto de 2010

¿Qué, no puedes parar?

Mi ogro sonrosado se ha levantado esta mañana sediento de piel. El olor matutino de tu aliento lo ha despertado. Me abalanzo contra tu pecho para lamer cada poro. Se hinchan mis fosas nasales al percibir el aroma de tus axilas. Se me arremolinan los olores en la nariz. Un vuelco inesperado de piel y mi ogro estará sobre ti. Mi muslo izquierdo, sin pudor, se acerca a tu entrepierna. Con la rodilla acaricio al ogro que hay en ti. Otro giro de piel y me hundo en tus aromas gimiendo con la garganta sonrosada. Guturales sonidos que se detienen en tus oídos. Un mordisco no está de más. El lóbulo derecho se ve tan apetitoso. Lo seduzco acercándolo con mi lengua. Rozándolo con mis dientes. Qusiera arrancarlo sin dolor, mascarlo un rato y retozar con él sobre mi lengua. Tu ogro me llama y me embelesa. Un movimiento sinuoso de mis tripas me señala la sombra sobre tu cuerpo. Mi ogro sonrosado está sobre ti. Me arrojo y en una lucha desigual intento arrancar esa parte de ti que me combate. Mientras tú gritas: ¿qué, no puedes parar?