Alcaia Dyada
Letras leves, eróticas y libres.
31 de agosto de 2011
Una noche compartida
14 de junio de 2011
El deseo es droga de animales

… that I would be fine even if I went bankrupt
that I would be good if I lost my hair and my youth
Alanis Morissette
El deseo es droga de animales
El paraíso está viciado, lleno de animales en celo depredados en sí mismos ¿Acaso el arca de Noé fue un experimento lascivo, un experimento fallido? Somos el arca del universo. Escondidos hicimos mierda nuestras jaulas. No hay quién nos alimente, no hay quién nos lave, somos una mezcla salvaje de cuerpos contra las paredes del mundo.
Soy animal del paraíso devorado. Soy animal en celo, entregada y arrebatada de mis sueños ahora pesadillas de carne. Soñé con pieles morenas acariciando mis pechos, con manos apretando mi cuerpo, con cuerpos danzando sobre mis pieles. Soñé durante tanto tiempo. Ahora vivo una pesadilla, sudores extraños me recorren, olores profundos se lamentan en mi nariz. Vivo el color acre y nauseabundo de las esquinas de esta ciudad caída en pieles curtidas y abatidas. Deseosas de cerrar los ojos y volver a soñar.
Soy animal en celo del paraíso devorado. Alma humana, cuerpo bestial. Me entregué a mis sueños insaciable, todos quise devorarlos, al final me han engullido ellos a mí. Despojada de deseos puros color carmín, superada por pesadillas granate, hechas de sangre y fluidos acuosos.
Soy una fiera mujer. Hecha de pelos y piel. Sudorosa, olorosa, resbalosa, amante del mundo. Incauta me atrapó el deseo en la cima del mundo, me enjauló, me devolvió a los brazos de los hombres para ser animal tras rejas, de ojos tristes y piel arrugada. Llenándome de tristeza y miedo para descargar esta furia que me llena la cabeza, las manos y los pies. Esta tristeza que pisotea el alma, esta soledad que grita desde lo profundo de mi cuerpo, desde lo vacío de mis vértebras.
Soy una bestia almidonada de ojos acuosos. Quiero escapar y cruzar las fronteras que me detienen en este espejo. Me veo siempre a través de pantallas multicolor que me muestran un paraíso decadente. Figuras ancestrales que detuve para no saber del pasado. Mentí. ¿Acaso existió alguna vez el paraíso?
29 de mayo de 2011
Nebulosas
Tengo sueños abrazados por el humo de la cannabis. Donde soy el centro y este deseo que estalla dentro de mí se derrama por mis poros. Donde tengo la exquisita capacidad de hacer sentir en todos El Deseo. La suprema habilidad de unir los cuerpos al mío, en busca de colmar hambres, porque estoy tan llena que soy como árbol, fruto prohibido lleno de pecados.
Sueño con una cama amplia en la que me hundo en suavidad con un nimio movimiento. Me encuentro al borde y al otro lado, un hombre. En medio de los dos, como perdidos en el vasto mar, están el cuerpo de una niña y el de un joven. Creo, por la forma cercana de sentirlos, que nos une un vínculo de sangre. El joven está cerca a mi pecho, la niña abraza al hombre del otro borde. Tanta calidez hay en el contacto de nuestros cuerpos que siento la necesidad de abrazarlo y le tomo por la espalda, nos sorprendemos al darnos cuenta de nuestra desnudez. Me separo pero el deseo de quedarme junto a él no desaparece. El ardor que siento al poner mi abdomen contra sus nalgas hace palpitar mi pecho. Y siento deseo. Deseo de su cuerpo. Late con prisa mi corazón y tengo miedo y éste va creciendo al ver que la niña me mira y que el hombre ha desaparecido. El chico duerme. Me sobresalto nuevamente el sentir una mano fría en mi espalda. Una mano que se desliza con confianza a mis nalgas y se instala entre ellas acariciando con uno de sus dedos de arriba a abajo. Me abandono al placer. La niña abraza al joven y le da un beso en la frente. Mientras aquella mano me exige cerrar los ojos y abandonarme; aquellos pequeños se pierden en la profundidad de esa cama gigante.
Sueño con un camaleón de suaves fauces, lobo multicolor. Un hombre que se camufla entre el pardo de mi piel. Un animal salvaje que muerde arrancándome gritos de satisfacción. Una elegía por mi muerte. Una metáfora de su amor es comerme. Dentelladas, el aire detenido en mis pulmones, el tiempo detenido en sus labios. Las palabras me abren huecos en la boca. Su piel granate simula la mía que ha sido castigada. Sus manos como garras que deshilachan, me abren el alma mientras yo entre suspiros intento no olvidar su nombre. Sueño también que las personas fuman y beben entre nebulosas terrazas, que hacen el amor tras los muros donde luego los empalan, que son como pañuelos que absorben vinos y fábricas que expulsan humo. A veces también sueño despertar.
28 de mayo de 2011
Argamasa
Cabeza erguida, pies rápidos, los ojos del piso al horizonte y vuelta abajo. Hasta que algo hace que un pie no se ponga delante del otro. Se detiene a observar. Unos pasos más adelante sobre la acera, hay un bloque rectangular, de cuatro metros de alto por dos de ancho. En el centro tallada una circunferencia de bordes corrugados. Un hueco. Un agujero que permite ver el otro lado de la calle. Una escultura posmoderna de un autor anónimo. Un gran ano.
Alicia sonríe. Se le filtra la sonrisa en la comisura de los labios al imaginar el tamaño del instrumento que perforaría tan pulcro orificio. Límpidamente, sin destruir ni cercenar la perfecta circunferencia que en ella se dibuja. Vuelve a mirar la escultura. Una lluvia ligera moja la gran figura humedeciendo su mente. Desea ese poder entre sus piernas. El instrumento capaz de atravesar la argamasa rectangular y labrar sobre ella ese espléndido ojal.
El hombre solitario, de barba desordenada, se queda mirándola. Ella gira, lo observa y le habla con su cuerpo. Ninguno de los dos abandona los ojos del otro. A Alicia siempre le han gustado las confrontaciones. Lo reta con la mirada. Lo seduce con los labios. Lo llama con sus gestos. El tipo se acerca lentamente, creando un espacio de levedad. Una atmósfera donde los demás no pueden verlos, y ellos no se percatan de que los otros existen y que sus ojos se clavan también sobre sus sexos.
Un animal en celo frente a otro con hambre. Lanzan palabras desde sus labios. Saludos, nombres, profesiones, edades, gustos, deseos, finalmente pasiones. Una lucha silenciosa se despliega sobre la mesa y se va volviendo mordaz a través de cada botella. Entonces, Alicia se da cuenta que su burbuja de intimidad está húmeda, llena de un vapor tibio y pesado. Un olor, penetrante y dulzón, se les ha impregnado en los poros, ella quiere lamerlo en cada sombra de su cuerpo, degustar y sentir esa humedad en su lengua, detenerse y tragar el placer en cada gota, pero las palabras no alcanzan a saltar las vallas que los separan en sus celdas. Ojos de animal enjaulado. No queda más que seguir tomando.
Ella le pide que vayan a otro lugar.
Alicia tiene sed de poder. Tiene ganas de comerse el deseo, de ser penetrada por sus sueños, de poseer el objeto de su pasión. El culo de un hombre, como aquella escultura límpida a la que ella misma quiere cincelar. Ser creadora y dueña de su obra. Nunca el deseo de posesión ha sido tan fuerte como esta noche. Se encuentran en la alcoba amoblada especialmente para la ocasión. Ella observa, por medio del espejo, su cuerpo sobre el de él.
Luego, la penetrada es Alicia. Tan fuerte y tan rápido que su vagina palpita y ella cree que tiembla y retumba como la sangre en los oídos. El gemido de su vulva, del clítoris aplastado por su vientre. Ese deseo de venganza que parece corroerlo le excita terriblemente. Ella ve su frente y sus labios en una mueca de rabia y furor, la gira bruscamente. Mueve su cuerpo con violencia. Un vuelco de piel; como una patada en el aire antes de golpear su vientre, se le detiene la respiración en los labios. Siente cómo le abre el culo. Percibe su fuerza en lo profundo de su cuerpo, cada músculo se contrae, cada poro suda gotas de placer sonrosado. La mente se le nubla. Un eco nace entonces en su pecho y escapa por entre sus dientes agitando las ventanas de la habitación.