12 de mayo de 2008

Como Ella Quiera

Revisado y corregido por Carlos Castillo en el Taller de Cuento Bogotá 2008 - RENATA



Ella tiene el cabello largo y negro. Sus ojos oscuros me hielan la piel sólo de verla, por eso pocas veces me decido a tocarla. Su piel es muy blanca, casi transparente. Si la miro de cerca, puedo ver las líneas azules que recorren su cuerpo. En su rostro, cerca a la comisura de sus labios y bajando hacía su cuello hay dos pequeñas venas que sigo con mis uñas cada vez que ella duerme. A veces imagino que son rastros de sangre que le han quedado marcados después de chupar el cuello de alguien.
En la universidad no tiene muchos amigos, se la pasa, fumando, cigarrillos y cuando llega a casa no me cuenta nada de lo que ha hecho porque al parecer no hace mucho. Siempre me dice qué es lo que siente, lo que piensa, lo que observa de los demás. No es una persona triste, ni se deprime fácilmente, pero la gente tiende a pensar que la sombra y el lápiz negro de sus ojos ocultan verdades más tenebrosas que las que realmente esconde. Siempre que sale lleva puestos unos audífonos, supongo que escucha esa música extraña que me recuerda a payasos y mimos, cantando sobre sus tristezas. O esa otra música que la hace saltar sobre la cama y gritar a todo pulmón letras de canciones que nunca he entendido.
Ayer la vi triste, es cierto, me lo pareció porque entró al cuarto y no me saludó, además la línea negra de sus ojos estaba corrida y dos grandes lagrimones le corrían por las venas de la comisura de sus labios. Se sentó al borde de la cama y empezó el largo ritual de soltar los cordones de sus botas altas, negras con punteras en acero. Son como su arma secreta, ella sabe que una patada bien puesta con esas punteras pueden dejar a alguien tirado en el piso un buen rato, al menos el mínimo para salir corriendo y llegar bien lejos. Pero iba, llegó y se quitó sus botas punteras. Llevaba unas medias negras de lana sobre unas medias negras veladas. Se deshizo de las primeras. Una falda, del mismo color que toda su ropa, se deslizó sobre sus delgadas piernas. Sólo quedaban ella, sus medias veladas, una camisa y su sostén. Hice un pequeño mohín en ese momento para que se percatara de mi presencia. Se acercó y me acarició la cabeza. Se recostó cerca a mí, su llanto se regó instantáneamente, lágrima tras lágrima humedeció su almohada. Intenté lamer su mejilla, pero en ese momento se levantó y puso música. La voz suave y profunda de una mujer se escuchó. Ella se sintió mejor al escucharla. Así se porta cuando está triste.
Sé que ella ansía conocer a aquellos de quienes tanto me habla, pero ella misma sabe que le tienen miedo; a sus botas, a su rostro triste, a su maquillaje negro y a esos tontos chismes sobre sacrificios, drogas y soledad. No le gusta estar con mucha gente, pero tampoco piensa quedarse sola siempre, ya tiene bastante con que su madre no le hable. A veces no puedo comer de mi plato cuando pienso que la gente no puede escuchar lo que yo escucho de sus labios. Tampoco han podido leer lo que esconde en una cajita de madera bajo su cama. Ni han sentido sus manos sobre su piel tal como lo hace conmigo cada vez que me ve. Ella es una mujer alegre y muy bondadosa, se ha hecho cargo de mí desde que me encontró aquella noche maullando a la entrada de su casa, casi con las tripas por fuera, del hambre. Me cuida tan bien que durante noches enteras, madrugadas y días completos, he querido poder ser, para estar con ella y ayudarle a ponerse sus botas.

2 comentarios:

Gabriel Umaña Suárez dijo...

La caracterización del personaje es envolvente. En principio es algo débil, pero al avanzar en la lectura, la mujer va adquiriendo mayor caracterización, delimitando su individualidad. El texto tiene mucho de gótico y eso lo hace encantador. Podría replantearse el personaje del gato, aunque la relación con las botas es buena. De todas maneras, es cuestión de gustos y para el caso del cuento funciona.

Mónica Montaña Soto dijo...

No soy experta en correcciones, ni manejo los lenguajes formales, pero quiero enviarle mi opinión, dado que encuentro un gusto por sus textos. Sí, hay algo que falla. Estuve tratando de descubrir qué es, y llegué a la conclusión de que puede ser el momento en cuenta las historias, por un lado, y la voz narradora por otro. No voy a opinar mayor cosa sobre Maria Melena por que estuve en desacuerdo con ciertos “veredictos” que dijeron en la sesión, pero ya vio, hubieran sido muchos contra mis anteojos… Por ejemplo, eso de que la protagonista llego a la casa “a querer tener relaciones con el tipo”, a mi no me pareció exacto así como se vio… Creo que era solo un, o así lo interprete yo, instinto de desahogo. Igual hubiera podido decir: “No estaría mal embriagarme”… o “No estaría mal trabarme”… o que se yo… Pero bueno, a mi me gusto la historia y vuelvo a sugerirle que la intente en segunda persona, quitándole adornos innecesarios y colocándole elementos mas exactos.
“Como ella quiera” es un texto atrayente, empezando por el título. El final es muy bueno. Sin embargo aquí me atrevo a proponerle que no cuente la historia como un cúmulo de las generalidades de todos los días desde que se conocieron, es decir, desde que el animal fue recogido por “la tan supuestamente tenaz”, a propósito, bien lograda la descripción del arquetípico. Más podría centrarse en un solo día, o una sola noche, o un solo regreso (por ejemplo el momento en que se esta cambiando, es grandioso jugar con las perversiones del lector) y narrar lo que sucede en una de sus llegadas. Puntualizarla. Quitarle también las frases innecesarias. Entonces ya no se vería como una narración extendida y tomaría la forma de Cuento. Ese juego con las especies y la sorpresa final son ingredientes para un muy buen relato. Aquí me parece que la voz narradora si es acertada.